UN DÍA INTENSO ENTRE CAFÉS Y MEDIALUNAS
Por JUANA CHOMNALEZ
Luces apagadas, sillas sobre mesas y manteles apilados. La calma antes de la apertura del local que se prepara para atender alrededor de 130 comensales por día.
Sábado, ocho y media de la mañana, en The Coffee Store, un restaurante ubicado en Pueblo Caamaño, un centro comercial situado en el kilómetro 44 de Pilar. Las luces están apagadas, las sillas sobre las mesas y los manteles apilados a un costado. El silencio y la tranquilidad, tan inusuales en este restaurante, llaman la atención.
Máximo, el jefe de mozos, es el encargado de abrir el local todas las mañanas (él guarda su propio juego de llaves) y, una vez abiertas las puertas, los cuatro meseros se ponen en marcha. Poco a poco el ambiente comienza a tomar color una vez más: la música empieza a sonar y se pueden escuchar los sonidos que emite la cafetera desde la cocina.
Finalmente, una hora más tarde, The Coffee Store se encuentra preparado para recibir a sus clientes en un día agitado. En cuestión de minutos, los primeros comensales comienzan a llegar. Se percibe la calma de un sábado soleado por la mañana. Además, el horario del desayuno es el más tranquilo, las órdenes no suelen superar más que un café y una medialuna. Sin embargo, las mesas están cada vez más llenas y mantener satisfecha a cada una de ellas se torna más complejo.
The Coffee Store ofrece más de diez variedades de cafés de distintas partes del mundo.
Imagen: Restaurant Guru.
Alrededor de las doce del mediodía, toman lugar los primeros almuerzos y el trabajo de los mozos se dificulta aún más. Familias enteras ocupan el local y los pedidos son cada vez más extensos y detallados; más de uno de ellos solicita hacer modificaciones en los platos del menú y, algunas de ellas, son un tanto precipitadas. No obstante, los meseros tienen en claro que la máxima prioridad son los clientes y buscan complacerlos a toda costa.
El murmullo se vuelve un sonido constante en la cafetería y los niños corriendo por el inmenso jardín, también. Las bandejas se ven cada vez más desbordadas, y la grieta entre los mozos nuevos y aquellos que ya llevan un tiempo en el rubro resulta más clara. La forma y la confianza con la que cargan estos artefactos en sus manos es delatadora. A simple vista, parece una tarea sencilla; sin embargo, se trata de un arte que implica equilibrio y el intelecto suficiente como para posicionar los platos de forma correcta y que no haya accidentes.
En cuanto a las propinas, la principal diferencia se ve reflejada en el trato con los clientes y en la simpatía con la que se los recibe. Se trata de la experiencia; una copa caída al suelo o un platillo frío pueden solucionarse con la buena predisposición de los mozos.
Al finalizar los almuerzos, nunca falta el ofrecimiento de la especialidad de la casa, el café. Los meseros lo ofrecen como un digestivo y, en la mayoría de los casos, la gente lo acepta con gusto. Parece ser una forma de darle un cierre a la experiencia de los comensales. "No podemos irnos sin antes tomar un cortadito. Para nosotros es un plato más", comentó Victor Squadano, un comensal que se encontraba junto a su familia.
Alrededor de las cuatro de la tarde, el movimiento de personas sigue firme. Las mesas se encuentran ocupadas por completo y los mozos atareados. Sin embargo, inicia la hora de la merienda y los pedidos se vuelven más sencillos, otra vez.
Ya siendo las siete de la tarde, los mozos comienzan a tomar los últimos pedidos y, poco a poco, van preparando el cierre del local. Es importante que todo quede listo para el día siguiente. Ellos lo hacen con gusto, y demuestra ser una cuestión de compañerismo y empatía con sus pares que se encargarán de montar el local el domingo por la mañana. Una vez retirados los últimos clientes, The Coffee Store cierra sus puertas y, tras una pequeña limpieza, da por finalizada la jornada laboral del día sábado.
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